Un olivo con más de 600 años es el habitante de mayor edad del famoso parque madrileño, Patrimonio de la Humanidad. Entre castaños de Indias, rosas, cipreses calvos, plátanos de sombra, lirios y un sinfín de especies más discurre este paseo verde perfecto para esta época del año.
Publicado en la revista esMADRIDmagazine en junio de 2023
Es, según Ramón Gómez de la Serna, el “jardín de los que no tienen jardín”. Una rotunda afirmación a la que podríamos añadir: “y el lugar preferido por todos los madrileños”. Parte fundamental del Paisaje de la Luz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el Parque del Buen Retiro -El Retiro, para todos- fue diseñado en la primera mitad del siglo XVII en torno a una antigua posesión real creada por el conde-duque de Olivares para uso y disfrute de Felipe IV. Pero fue durante el reinado de Carlos III cuando abrió sus puertas al público. En sus 125 hectáreas se distribuyen fuentes, estatuas, infinitas plantas y unos 20 000 árboles. De entre todos ellos el más antiguo es también el más nuevo. El pasado mes de abril, en las praderas próximas a la entrada de la Puerta del Ángel Caído, fue replantado un olivo de 627 años –data de 1396– dentro de la campaña Un árbol por Europa, que lucha contra la deforestación. Pesa cinco toneladas y de alto mide tres metros, los mismos que tiene su diámetro. No es muy grande pero es ya su habitante más famoso. Con permiso de una pareja de búhos que ha decidido trasladarse a vivir aquí. ¡Qué buena elección!
En torno al Parterre
El Centro de Educación Ambiental de El Retiro tiene publicada una senda botánica para realizar por el parque dividida en siete tramos. Podemos empezar por la zona más antigua, la que se vería desde las ventanas del desaparecido palacio real, que discurre en paralelo a la calle Alfonso XII. A través de la puerta barroca de Felipe IV entramos en el Parterre, un jardín de estilo francés. Cuatro calles longitudinales y cuatro diagonales se cruzan formando una retícula geométrica con dos grandes fuentes en el centro. Dentro de este orden, sorprende, entre los laureles recortados y el boj, un árbol de 25 metros de altura, un ahuehuete, de 1633, que hasta este mismo año era el árbol más antiguo de El Retiro. La leyenda dice que durante la Guerra de la Independencia las tropas de Napoleón colocaron entre sus ramas los cañones para defender el fortín que habían levantado un poco más arriba, junto a la fuente del Ángel Caído. En este mismo lugar llaman la atención unos cipreses topiarios, cuyas copas llevan años siendo recortadas para que parezcan nubes.
Si avanzamos según el sentido contrario al de las agujas del reloj, desde aquí podemos subir las escaleras o la rampa para adentrarnos en el Jardín de los Planteles, el más umbrío de El Retiro. En esta parte abundan los tejos, las acacias, las celindas y los robles, pero los más numerosos son los castaños de Indias que flanquean los paseos y cuyas hojas en otoño se tornan amarillas. En las zonas más húmedas hay lirios y lilas de California. No muy lejos de aquí se encuentra el Bosque de El Recuerdo, un pequeño cerro artificial levantado en 2004 y coronado por cipreses, que rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de marzo.
Un paseo por La Rosaleda
La esquina suroeste del parque es una de las más elevadas de El Retiro. En amplias praderas, al más puro estilo de los jardines ingleses, se elevan sobre el horizonte pinos piñoneros, cedros del Atlas y eucaliptos. Desde aquí podemos descender al Vivero, donde se encuentra el Centro de Educación Ambiental, y a la Huerta del Francés, con más de 300 almendros. Al subir por el paseo del Duque de Fernán Núñez dejamos a un lado las ruinas de la Real Fábrica de Porcelanas y llegamos, después de pasar por delante del Ángel Caído, a la Rosaleda, diseñada por el jardinero Cecilio Rodríguez en 1915 a imitación de la que había en el Bois de Bologne de París. Tiene alrededor de 4000 rosales, aunque, por desgracia, no se conserva la estufa que el Marqués de Salamanca regaló a la ciudad. Justo al lado se eleva un enorme pino carrasco, con más de 200 años. Muy cerca está el Jardín de Vivaces, una leve pendiente en la que crecen algunas especies difíciles de ver en Madrid, como la secuoya gigante o el podocarpo. En mayo florecieron ya decenas de acantos, planta en la que se inspira el capitel corintio que hay entre las encinas.
El centro de El Retiro, donde se alzan el Palacio de Cristal y el de Velázquez, es el conocido como Campo Grande. Durante el siglo XIX fue un espacio dedicado a las ferias, de las que son legado estas dos salas de exposiciones del Museo Reina Sofía. En el sendero que parte desde la Rosaleda hacia el norte encontramos el monumento a Ricardo Codorníu, el “apóstol del árbol”, uno de los grandes impulsores de la reforestación de la Península, y, a la izquierda, un jardín de inspiración oriental en torno a un arroyo.
Aquí hay un árbol de palosanto y varios grupos de palmitos. Menos inadvertidos pasan los cipreses calvos que emergen de las aguas del lago que hay delante del Palacio de Cristal, construido como invernadero para las plantas que se llevaron a la Exposición colonial de Filipinas de 1887.
Entre pérgolas
Al otro lado del paseo de Coches se encuentran los Jardines de Cecilio Rodríguez, con sus pérgolas, pasadizos, fuentes, bancos y setos perfectamente ordenados al modo italiano. En este tranquilo lado este del parque, lugar elegido por los pavos reales para vivir, levanta sus ramas un arce plateado, que podemos reconocer pos sus grandes hojas abiertas y estrelladas. En el camino que va hacia la Casa de Fieras, que fue el primer zoo de Madrid y hoy es la Biblioteca Pública Municipal Eugenio Trías, hay un sauce llorón y un ginkgo biloba.
Los últimos dos tramos de la senda discurren en torno al paseo de Coches hasta El Reservado y desde allí, por el lateral norte hasta la Puerta de Alcalá. En la esquina del paseo de Venezuela hay un olmo, con sus hojas lanceoladas. Hasta la propagación de la enfermedad de la grafiosis fue el árbol más común de El Retiro. En su lugar abundan los plátanos de sombra, de los que hay más de mil ejemplares, algunos con portes monumentales, como el que crece en las proximidades al monumento a Martínez Campos.
En El Reservado, la parte nordeste de El Retiro que Fernando VII decidió mantener cerrada al público tras volver a España, hay una curiosa variedad de especies arbóreas. Como si trataran de competir con los caprichos que adornaban este jardín romántico –la Casita del Pescador o la Montaña de los Gatos–, aquí encontramos un huingán, de origen sudaméricano, un pitósporo, con flores blancas de cinco pétalos, o un ailanto, introducido en Europa desde China a finales del siglo XVIII. Aún hay más: en primavera florecen los magnolios y los granados, que se reparten por distintos rincones del parque. ¡Aún estamos a tiempo de disfrutar de ellos!