Más allá de una atractiva carta, el Café de Oriente cuenta con algo que le hace único: se ubica en los sótanos abovedados del antiguo Convento de San Gil, un edificio del siglo XVII cuyas dependencias sirven hoy de salones a este restaurante. En el Café de Oriente, mientras se saborean distinguidos platos de cocina creativa a la luz de las velas se puede disfrutar de unas vistas también apetecibles, ya que solo con mirar al frente se observa el Palacio Real y la plaza que da nombre al local. Y bajo el suelo, concretamente bajo el del salón Aljibe, también hay mucho que ver, ya que un suelo transparente deja ver la antigua muralla de Madrid.
Algunas de las propuestas de su sugerente carta son la terrina de hígado de pato al natural, el salteado de gambones con pasta fresca, la carrillera de ternera glaseada con sus mollejas o el pastel de manzana con helado de badiana, uno de los manjares que salen cada día de su obrador. Hay que destacar que en invierno se mantiene la terraza abierta, con estufas y mantas individuales para disfrutar de esta estación del año pero bien resguardados del frío.