Exposición cerrada temporalmente
La artista noruega Anna-Eva Bergman consideraba esencial el ritmo como elemento estructural de la pintura, un ritmo fruto del empleo de determinadas materias, formas, líneas y colores. Ese ritmo del que ella hacía alarde se podrá descubrir en la exposición que acoge el Palacio de Velázquez situado en el Parque de El Retiro hasta el 17 de mayo.
En sus inicios, su obra estuvo marcada por la influencia de los artistas alemanes de la Nueva Objetividad pero, a partir de la década de 1950, su obra experimentó un giro radical cuando se centró en la abstracción pictórica, construyendo un universo singular en torno a la línea y el ritmo. El paisaje se convierte entonces en la referencia esencial de su obra: motivos naturales, mitología escandinava o la luz noruega.
Su relación con España se inició en 1933, cuando se instaló durante un año en Menorca junto a su pareja, Hans Hartung. El viaje a Andalucía en el año 1962 fue, sin embargo, el más determinante para su obra ya que allí comenzó a elaborar sus primeros horizontes, motivo que le hace retomar el contacto con los paisajes noruegos. Este vínculo entre Noruega y España -norte y el sur- desembocó en una formalidad semejante, de tonalidades muy diferentes, entre ambos paisajes.
Es también fundamental en la artista el motivo de las piedras, que comenzó a desarrollar en 1951 en su viaje a Noruega y que retomó a principios de los años setenta cuando recorrió el interior por la península, como atestigua su serie Piedras de Castilla.
Comisariada por Nuria Enguita y Christine Lamothe y bajo la organización de Bombas Gens Centre d’Art/Fundació Per Amor a l’Art y Fondation Hartung-Bergman, en colaboración con el Museo Reina Sofía, la muestra de Anna-Eva Bergman pretende captar la esencia de la naturaleza y plasmarla en sus obras con un lenguaje simbólico de formas simples totalmente personal.
Crédito imagen:
Anna-Eva Bergman, Nº 76, 1970, Pierre de Castille 6. Tinta china y hoja de metal sobre papel. Fondation Hartung-Bergman, Antibes